lunes, 26 de enero de 2009

COMPATIBILIDAD (BIS).(Dando una oportunidad a la Lola a petición popular)

Condujo con una sola idea en la cabeza: sumergir, en algo más narcotizante que el agua, esa nueva derrota. Tuvo suerte y pudo aparcar en la calle donde estaba el bar de copas en el que siempre iba a ahogarse después de cada naufragio. Esta vez sin sobresaltos. Antes de bajar del coche se miró en el espejo, se soltó el pelo y lo zarandeó, primero con las manos y luego con movimientos bruscos de cabeza que hacían bailar su melena. Ahora volvía a ser ella. Cogió la carpeta de la agencia, su bolso y se encaminó al bar. Antes de entrar dejó caer la carpeta en el primer contenedor de basura que encontró.

Aquel bar le gustaba. Era agradable, oscuro, casi familiar, de hecho tenía más trato con el barman que con su hermana. Buscó con la mirada su lugar de siempre en la barra, aquel ángulo recto al fondo desde donde tenía una panorámica total del local. Podía ver quién entraba y quién salía, quién iba al baño y cuanto tardaba, le entretenía hacer aritmética escatológica. Pero lo que más le gustaba era ver moverse a Carlos, el barman, con el local lleno hasta la bandera. ¡Qué bueno está este tio! pensó desde su esquina la primera vez que le vio. Estuvo tirándole los tejos una temporada hasta que un día Carlos le dijo:
-Lola eres una tia cojonuda , pero lo nuestro es imposible, soy gay.

Por suerte su lugar estaba libre y fue a ocuparlo, se instaló en el taburete, encendió un cigarro y esperó.
- Lola, Lola, Lola... Hoy vienes matadora tía...-dijo Carlos-
- Gracias cariño, pero por lo visto sólo os fijáis los maricones. A no ser que estés volviendo a la acera que te corresponde con ese cuerpazo, ya sabes que estoy de "prime" en la lista de revolcones.
- ¡Que cabrona! ¿Te pongo lo de siempre? preguntó el barman sin poder contener la risa.
- Si.
En lo que a Lola respecta el ser humano sólo había inventado dos cosas útiles de verdad, el Gin Tonic y el Vibrador. Esta noche tocaba disfrutar de lo primero.

Su mirada viajaba por la rutina de siempre, copa, barman, cálculos de toilette, tio bueno que te cagas tomando algo en el centro de la barra, repaso a la fauna habitual del local y vuelta a empezar… “no, espera”, pensó, “aquí hay algo que no cuadra, que no es lo de siempre. Hostia ese tio de la barra ¡qué guapo!, demasiado para ser real”. Se paró un momento en esa parte de la barra para quedarse con cada detalle, rubio de media melena lisa, barba de tres días que le daba un aire de descuido premeditado, el rostro juvenil y la mirada divertida, camiseta negra y cazadora de cuero gastada y un gin tonic en la mano. Sonrió, tenía gusto el tio. En estos pensamientos estaba cuando se dio cuenta de que llevaba un buen rato mirándole fijamente y sonriendo y que él también la miraba y sonreía. Apartó la vista hacia el vaso transparente. Hoy no quería más líos.
- Hola ¿Qué haces?
Le miró. De cerca aún era más guapo el cabrón.
- Pues aquí echando unos cartoncitos… ¿A ti que te parece? –dijo Lola y al instante se arrepintió de lo arisco de su respuesta.
Él se rió con ganas.
- Perdona tienes razón, qué manera más gilipollas de entrar.-dijo sin dejar de reír.
- No, perdona tu, es que hoy llevo un día…-dijo Lola un poco desarmada por la reacción del guaperas, que aún no había salido corriendo como ella esperaba.
- Bueno espero que podamos corregir eso. ¿Me aceptas una copa?
- O dos.-dijo ella un poco más relajada.

Hablaron, rieron, bebieron durante un tiempo en el que el local se fue transformando a su alrededor en forma de marea humana que sube, se desplaza y baja. Ellos seguían a un ritmo diferente, como una isla en medio de un torrente, como esos planos en donde todo se mueve a cámara rápida mientras los protagonistas siguen mirándose y hablando con normalidad.

- Me gusta tu sonrisa, le da una luz maravillosa a tu cara. –dijo trabándose un poco por el efecto de los gin tonic.
- Menudo ciego llevas chaval. De todas formas espero que te guste algo más que mi sonrisa.-dijo Lola mientras le dirigía una de esas miradas pícaras que tanto desarmaban a los hombres.
- La ginebra afecta a mis superpoderes y tengo la visión de rayos X un poco averiada. Para saber si me gusta algo más vamos a tener que pasar al modo manual.
- Quien dijo miedo habiendo hospitales –dijo Lola riendo. ¿Nos vamos? Dijo en tal tono que no parecía una pregunta.

Fueron besándose mientras iban dejando atrás los ecos de “Bring me to life” de Evanescence, “premonitorio” pensó Lola mientras apoyaba la espalda en un coche y atraía hacia sí al guaperas. Le besó de tal forma que si hubiera sido una serpiente su lengua se habría enterado de lo que comió la semana pasada, pero se conformó con saber cómo era cada palmo de su boca adorable.

- ¡Lola, Lola…! ¡Cómo me pones!

Lola quiso comprobar hasta qué punto, no se fiaba mucho de las palabras, y deslizó su mano hacia la bragueta. Abrió y entró sin pedir permiso esperando, buscando, la palpitante dureza que confirmara la lujuria anhelada. Buscó pero no había nada duro. No había nada.

- ¡Sorpresa!
- ¡No puede ser! ¡pero si tienes barba y hasta me parece ver una nuez en el cuello! Y… y… ¡Y no tienes tetas, joder!
- Hormonas cariño, hormonas. Estoy esperando a que me operen para ser un hombre completo. Espero que no te enfades y que no sea un impedimento para…
- ¡Me cago en la puta…!

Un incendio había subido de repente a la cara de Lola y se quedó mirando fijamente el rostro sonriente y suplicante que tenía enfrente. “Joder Lola, a ver si algún día utilizas el ojo bueno para poner la bala” pensó. Lo que le extrañaba es que aún seguía allí paralizada entre los brazos de… “Coño, el caso es que el tio… o tía… o lo que hostias sea esta bueno a morir… A la mierda, Lola, ¡qué cojones!... volvió a pensar mientras lo besaba de nuevo…

-¡A ver guaperas! ¿En tu casa o en la mía?
- ¡Donde sea!
- Pues en mi casa, al menos que sea un lugar que tenga controlado.

Mientras iban en el taxi cogidos de la mano Lola empezó a reír, hacía dos días había visto una reposición en la tele: “Con faldas y a lo loco”. Ella acarició la cara extrañada de él.

-¿Cómo te llamas?
- Chema
- De María José, claro.

Ahora rieron los dos.


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