lunes, 22 de diciembre de 2008

VIACRUCIS NAVIDEÑO (II)





Hoy el ocaso es un espectáculo. Estoy escuchando a Bill Evans mientras leo a John Connolly, leer algo de novela negra me anima por contraste en estos días absurdos, en una pausa miro por la ventana y el atardecer se cuela en mis pupilas, veo los robles y castaños despojados de su gloria estival, las nandinas cargadas de perlas carmesí, el orgullo del magnolio y los camelios que anuncian su primavera particular en pleno invierno. Salgo al jardín me dejo caer en la hojarasca y me alegro de que mi laxitud de estos días haya dejado allí ese manto cálido desde donde veo el cielo azul y fuego de este final de un día de sol maravilloso. Hacía años que no disfrutaba de mi soledad y lo echaba de menos. Luego vuelvo a la habitación del miedo con la sensación de que mi soledad también es un regalo que me permite seguir adelante y disipa este terror de papel en blanco.

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