domingo, 1 de marzo de 2009

GRANDES ESPERANZAS (historia en esqueleto)



Una perenne sonrisa habitaba en su rostro antes de que el plomo de los días se instalase en él como un incomodo inquilino. Hubo una primavera antes de las llamadas imperativas y de todo el papel amenazante que ahora era una montaña a sus pies. Esa sonrisa como luz del ocaso se pegaba a sus ojos cuando abría la puerta para entrar en lo que ya dejó de ser suyo. Todo desapareció en aquel coche que en un segundo se llenó de sangre y ausencias. Cada paso suyo fabricaba una demencia de árboles y maldiciones que iba construyendo el absurdo bosque desde donde empezó a formarse la nube negra que como un macabro B52 no cesaba de vomitar deudas y deudos como inexorables bombas de precisión en su cabeza que poco a poco fueron llenando de alcohol y escombros su naufragio. Sí, esa sonrisa volvió para iluminar el camino de la pistola que firmemente sujetaba su mano.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Sr. Kai,
Me dejas en desasosiego absoluto con la pistola en la mano y la sonrisa en la cara...
Veo en tu historia retazos de historias ajenas y pienso que en cada ausencia que se lleva la luz del ocaso damos lugar a presencias nuevas, que en cada falsa locura en que edificamos nuestra cordura no hay más deudas que las de uno consigo mismo, que en cada naufragio no hay más escombros que los que le regalamos...
Desde la luz de la sonrisa la pistola refleja unos ojos ¿de venganza?, ¿de esperanza?, ¿de libertad?...
Un beso,

Anónimo dijo...

Grandes esperanzas son las que deposito en este esqueleto que ya va cubriendose de carne, de dolor, de gatillos con vocación de silencio y con curvas barnizadas de gritos. Esperaré con angustia que continue el relato de estas batallas que se libran en el corazón del protagonista, seguro que nos vas a atrapar durante unos días interminables. Saludos oscuros, maestro, y ánimo que lo peor del lunes ya ha pasado.

Franz dijo...

Un rastro de muerte y estampa de humeantes escombros a lo lejos; sonrisas en el infierno interior de un alma oscura que quiso parar a tiempo la desolación, ya no piensa, se destruye, la muerte. En el motel, mirando el techo de su nicho, suenan campanas con aleación de los restos de pistolas, una mueca en el pensamiento. Sr. Kai, he tomado el café, un brindis; excepcional, siempre.

Franz dijo...

Y un brazo fuerte por Dios¡¡¡¡

Franz dijo...

o abrazo, lo que le haga falta.

Anónimo dijo...

Un antes y un después de ese instante en que la vida cambia, el avance inexorable hacia la locura, paso a paso caminando sobre los escombros que deja el naufragio. Magnífico, muy pocas líneas te han hecho falta para completar esta historia inconclusa, las precisas, ni una más ni una menos.
Un beso, amigo Kai. Me gusta este registro.