En el pretérito del tiempo
aquella puerta permanecía abierta
siempre
podías entrar libre
donde los caracoles habitaban
detenías el oído
las ventanas se abrían
al estruendo de mariposas
fundiéndose
en la incierta luz del ocaso
cada mirada derretía los tabiques
un altar cada lecho
todos profanados
Recuerda
Casa de juventud
cuánto agradecí los lienzos
de lujuria que decoraban tus pechos
la mesa bajo la que explorábamos
manantiales de manos
muslos y más allá,
más adentro
hasta los escombros
Añoro el crujir de tablas
esa confusión de sudor y barniz
que bendecía el suelo
y la explosión de flores
de tus pies descalzos
que siempre escribían el camino
Siempre
Ruinas de cordura y monedas
apuntalan el muro
que hoy es aquel futuro
pero hay fracciones de cielo
que destruyen los techos
y puedo ver aquellas estrellas
Entre los gemidos.
¿Las ves tú amor mío?