martes, 26 de enero de 2010

TU CARNE UN INSTANTE FUE



Cuervos de silencio
picotean las semillas
que hace un instante
encontraron tu cuerpo
desposeído de la pretérita
indolente
juventud divina

Abalorios de carne
para conjurar
un futuro
tan cierto
como arena entre los dedos
de los mancos
tan inexorable
como el espanto del ocaso
al alba

Una pulsión de eternidad
tu cuerpo fue,
un muro permeable
a ese tiempo líquido
que se estanca
en la concavidad flácida
donde mi voluntad
construye cada tragedia

Y en este océano de terror
tu cuerpo navega luminoso
porque en la noche
las estrellas vuelven a ti,
como gaviotas dementes
que presagian la galerna
de los días sin sentido,
sin retorno

Como un parche de lágrimas
que se pega a tu sonrisa
me aferro a ti
con los brazos por la incertidumbre
talados
buitre tullido
condenado a volar eternamente
sobre el abismo de tus ojos sanadores

Tu carne un instante fue
mi redención,
mi eterna cadena…

jueves, 19 de noviembre de 2009

A ESTE LADO DEL INFIERNO ESTÁS TÚ


Nada nuevo
te dije antes
la misma carne navegable
el mismo barco de sal
el mismo naufragio
tu a tu hora
yo no te espero
una pasión que se encadena
a un delirio previsible
lenguas buscando
habituales paraísos
y dentelladas en la roca
abriendo caminos de pétalos
cuando quizá se haga necesario
un grito o una tormenta de espinas

Y cada amanecer hago sacrificios
a absurdos dioses paganos
para que nada de ello me falte

Amarte es mi rutina

Amarte con piel demente
sin pensar,
sin querer,
una brisa breve
antes de la galerna

Amarte es mi rutina

Amarte con los ojos cerrados
por el velo gris con el que Cronos
cubre cada una de tus curvas
pero estoy muerto
si no construyen tus caderas
el diario camino
que da cobijo a mis despojos

Nada nuevo
ya de dije

Amarte es mi rutina.


martes, 6 de octubre de 2009

ELLOS VENDRÁN... NO HAY REFUGIO



No hay refugio,
la sinrazón les persigue
y no hay refugio
Aparecen como cadáveres
desposeídos de una identidad de siglos
ellos son del otro lado
de donde no hay refugio

Somos la paradoja y la playa

Entran en nuestra injusticia
como un clavo oxidado
en la madera carcomida
son esos que no lloran
traen el espanto del mar
en las cuencas resecas
por un sol brutal y lejano

Somos la mano que casi toca sus yemas quemadas

Nos señalan
y tercamente navegan
sobre la fragilidad de sus sueños
sobre un océano de naufragios
y paraisos
y niebla…

Se equivocan…

Todo es mejor
que la certeza de cada lágrima
y el ácido que quema el rostro
al apretar los dientes.

Somos su destino…ya no hay refugio… para nosotros.


miércoles, 30 de septiembre de 2009

GUIJARROS DE SAL BAJO LA LLUVIA



Soy un náufrago
aferrado a las orillas de tu cuerpo
recolector de deudos
inútil hacedor de caricias como relámpagos
en un brillante día de sol

Soy el espectro
que busca ansioso su cementerio
hurgando en el abismo
recóndito y armado
que tu humedad insiste en llenar
de celadas de pérdida y deseo

Soy la persistente tormenta
que se extravía en tu llanto
y ventea poseso tu carne
como lobo que pierde el rastro
de su presa o su tragedia.

Soy la memoria
que nunca recuerda
el camino de vuelta
porque tu lo cubres
de esa maleza de ojos y lujuria
que devora
los guijarros de nostalgia y pánico
que dejo caer tras de mi
cada vez que mis harapos
se precipitan a tu encuentro

Soy el negociador fallido
de cada una de tus interrogaciones
pero estoy dispuesto a reír bajo la lluvia
mientras te alejas


jueves, 24 de septiembre de 2009

DÓCIL IMPACIENCIA



En este cementerio
de vidas que habitamos
entre la risa ajena de los niños
suelo esconderme del revoloteo
cada vez más próximo
del espanto
y de ese imperceptible manto
de plumas y entrañas
y tormentas
y dioses y odio

Busco un punto de fuga
de toda esa luz indescifrable
con que nos alimentan
y rasgar con dagas de misterio
la crisálida con la que nos amortajan a diario

Quiero salir de mi tiempo
hacia el interior de ti
y beber de tu sabia oscura

Mi sed es implacable

No…

Esa obstinada mansedumbre

No…

Esa dócil desmesura

Fabrico pesadillas
a buen ritmo
y luego me quejo
de que el ataúd es estrecho
A la muerte
le van faltando horas…

a ti paciencia.


martes, 22 de septiembre de 2009

LUZ DE ADOQUINES ROJOS



Vendes lo que nadie puede comprar
lo intentan
dejan caer monedas a tus pies
como alimañas alopécicas
sedientas de paraíso

te ries

y tu risa se expande por los adoquines
junto al reflejo de los farolillos
donde se inventan las tragedias cotidianas
que luego tú conviertes en semen
y solidaria desidia
ellos no quieren hablar
desean el inframundo
y luego irse a vivir cada una de sus muertes
mientras tú te pintas los labios
hasta las entrañas…

de rojo

y tu pelo vuelve a navegar
por el río de carne y piedras
que más de uno profana
transido de alcohol y dudas
aquí mirándote
desde mi acuciante soledad
puedo ver un halo carmesí
sobre la tuya

me sobresalta

el leve rumor de redención y pecado
que viene desde el interior
de la brevedad de tu falda
y mi juventud se dirige hacia ti
con el mismo terror de cada uno de tus borrachos
solo que a mi me detiene
el muro infinito y ácido de tus palabras:

“cuando me puedas trabajar
dejaré que me estudies,
ahora mejor ve a vomitar.”


jueves, 4 de junio de 2009

UNA CARTA (Que tardó una vida)






Aquella era una perfecta carta de amor.

A pesar de esa absurda gota de sangre tercamente adherida al papel como un signo de puntuación fuera de lugar o el obsceno rastro de algún insecto de aquel lejano desierto. En esa carta que ahora ocupaba un tembloroso lugar entre sus manos habitaba el sí que él había estado esperando tanto tiempo. Hablaba de los días de playa y cuerpos desnudos, de manos entrelazadas, de promesas de carne y futuro y de compromisos incomprensibles. También decía otras cosas, decía lo que él prefería ignorar, esa afirmación de sí misma, de por qué estaba allí, en lo absurdo, y hacía lo que hacía. Para él era una negación que aceptaba porque el amor nunca se para a pensar lo conveniente.

Bajó la mirada.

Así ausentó su presencia de todo lo que allí sucedía. Quería que aquella carta fuese la última narración que fijase su recuerdo imaginando su sonrisa, jadeante aún, emergiendo de las olas, sus manos en su pelo y sus ojos atravesados por la luz del deseo. Un limo de humedad y sal cubrió su semblante y sólo entonces, sólo en ese instante, su rostro quedó tatuado en su mente para siempre.

Las medallas y las banderas no eran ella.

Ella ya no estaba en aquel funeral.