jueves, 20 de noviembre de 2008

¡SENTENCIADO ESTOY A MUERTE!


Cuando era un niño mi sensibilidad me mataba, vamos, que era muy tímido, y, como no, siempre las espadas de las chanzas estaban dispuestas a lacerar mi ya rendida autoestima porque esas espadas como podéis imaginar las empuñaban siempre los que tenían más cuerpo.
Yo, como es lógico, solía evitar el cuerpo a cuerpo con estos seres rotundos y desalmados (al menos yo en mi infancia los veía así) pues mi cuerpo no era gran cosa comparado con los suyos pero a veces un despiste táctico te dejaba a merced de ellos y no quedaba otra que encararse. En aquella época yo tenía un héroe, el Pirata de Espronceda y desde mi vanidad pensaba que si lo hacia con la suficiente fuerza me bastaría, para transformarme, con decirles:

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
No me abandone la suerte,
Y al mismo que me condena,
Colgaré de alguna antena,
Quizá; en su propio navío
Y si caigo
¿Qué es la vida?
Por pérdida ya la di,
Cuando el yugo
Del esclavo,
Como un bravo,
Sacudí.

Claro que esto me lo recitaba a mi mismo muy en silencio pero con mucha enjundia y dramatización, tanto, que llegaba a sentirme protegido y así mi dignidad y mi vanidad se daban la mano para juntas ser arrojadas al suelo exactamente 10 segundos después, justo el tiempo que los bárbaros necesitaban para regresar de la perplejidad de verme gesticular en silencio.
Años después en mi loca adolescencia sí fui capaz de verbalizarlo (con la misma enjundia y dramatización) en una ocasión similar a la de mi infancia, esta vez subido al pupitre y escupiendo (literal) a los malvados los mismos versos y añadiendo estos:

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Esto además de consolidar mi fama de “pirao” consiguió primero una visita no deseada al director y segundo el pasaporte con excelentes referencias al grupo de teatro del instituto y después a una compañía de teatro independiente de mi ciudad que me catapultó a la vida en todos sus aspectos especialmente a los que tienen que ver con el arte y la locura que son los componentes esenciales de la interpretación.
La literatura me ha salvado de mi mismo siempre. Cambia y moldea mi vida constantemente. Descubro a mis amigos a través de ella incluso a aquellos que creía perdidos. La literatura ocupa un espacio insondable en mi ser que en gran medida esta hecho de ella, y yo probablemente vaya a mal pagarle en este refugio de apátridas de doble vida.

Espero que me ayudéis a evitarlo.

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